Carlos V.
No me he olvidado de Natalia. No podría hacerlo, aunque quisiera. Imposible, de veras. Y menos ahora que, como dice la canción,…”lo bello está al principio del amor…” Solamente pensar que vamos a estar juntos conversando, me llena de ilusión y alegría. Y contarlo a los demás, no me cuesta ningún trabajo, hasta diría que me gusta.
El último encuentro con Natalia fue muy corto en el tiempo y muy intenso en afectos.
Quedamos en llamarnos cuando tuviéramos necesidad de hacerlo y también quedamos para cenar el próximo sábado.
El mismo domingo nos separamos al mediodía. Después, cuando empezaba la noche, pensé que había pasado demasiado tiempo sin vernos y la llamé. Tenía enormes deseos de hablar con ella. Pienso que se habían derribado muchas barreras entre nosotros y en adelante me iba a proponer estar a su lado el mayor tiempo posible. Yo llevaba tiempo viviendo solo, ella había enviudado hace seis años, ¿por qué teníamos que tener tantos prejuicios y tantas reservas para propiciar un acercamiento? No quise pensar más y cogí el móvil.
– Sííí.
– Natalia?.
– Hola, Carlos, ¿qué tal estás?, ¿pasa algo?.
– No, no pasa nada. Es que….es que tenía ganas de hablar contigo…
– Si habíamos quedado para el sábado, ¿no?.
– Sí, sí. Habíamos quedado para el sábado, es cierto, tienes razón. Lo que pasa es que hoy es domingo, ¿sabes?, y hasta el sábado queda…, uff, una eternidad, ¿no te parece?.
– No seas exagerado, Carlos. Solo han pasado unas horas.
– Bueno, sí. Unas horas, pero suficientes para echarte en falta. Me he acordado de ti….
– Ah, yo también me he acordado de ti. Y les he hablado de ti a mis amigos…
– Ah, ¿sí? Y ¿qué les has dicho?.
– Nada, hombre, nada de importancia. Además me han dicho que, entre ellos, ya habían tocado ese tema. Dicen que me habían notado algo, pero no se atrevían a decirme nada.
Yo les conté todo lo que hemos vivido hasta ahora. Y me gustó explicárselo. No sé, me sentí muy a gusto haciéndoles participar de mis ilusiones y de mis emociones.
Había terminado la comida y en la sobremesa, sentados en el jardín, era el momento propicio para contarnos nuestros problemas o inquietudes más puntuales.
Hemos pasado bien la tarde, distendidos, relajados, muy a gusto.
– Natalia, por favor, quiero hablar contigo. No puedo esperar hasta el sábado, no puedo, de verdad. ¿Quieres que nos veamos mañana?.
– No, no. Mañana no puedo. Es lunes y me espera mi hija a la salida del trabajo. Podemos quedar el martes, o…el miércoles…,¿no te parece bien?.
– Si, sí. Claro que me parece bien. Pero es que, para mí, tiene mucho valor todo lo que tiene que ver contigo y con las personas que más te quieren. Y me gustaría pasar a tu lado esos momentos tan agradables. Al fin y al cabo, como dice mi cantante favorito,…la vida se hace siempre de momentos…momentos que no vuelven nunca más.
– ¡Ay! Carlos. Me gusta mucho eso que has dicho. Y además, es verdad, la vida se hace de momentos y los que no has vivido son…”momentos que no vuelven nunca más”.
– Bueno, no quiero agobiarte. Mañana o pasado hablaremos. Lo estoy deseando. Por otro lado, después de tu comida, sobremesa y tertulia, tendrás ganas de descansar. “buenas noches, cariño”.
– “Buenas noches”, Carlos y gracias por llamarme. Que descanses.
Me quedé un poco inquieto en casa. Miré alrededor y el parpadeo del fijo me impulsó a cogerlo y ver qué llamadas había. Como no había nada urgente ni importante, me fui a mi habitación, me quité la americana, la dejé caer encima de un sillón, me tumbé en la cama, boca arriba, las manos entrelazadas en la nuca y encima de la almohada y….a pensar…
Me hacía falta un poco de descanso, recapacitar y “visualizar” un poco las actuaciones que debía acometer después. Tenía que poner orden en mis ideas y “programarme”.
Después de pensar unos minutos se me ocurrió que todavía era pronto. Miré el reloj y aún no eran las diez de la noche. Si me doy prisa y se me da bien el tráfico, puedo llegar a su casa y Sigue leyendo